No eres lo que haces por dinero sino lo que haces por amor. No encuentro un sentido mejor en la vida que levantarte cada mañana pensando que ayudas a la gente. Y es que está claro que dar hace feliz a las personas. Mucho más feliz que cuando estás recibiendo.
Hace seis meses decidí dejar de levantarme cada mañana para vender un producto que no tenía motivación para mí y quise poner en marcha aquello en lo que creo. Diseñar un proyecto que ayudara a la gente a tener una buena relación con la comida partiendo de la educación alimentaria, la formación nutricional y la comunicación de la misma. Así como el acompañamiento en la reeducación de hábitos alimentarios y la eliminación de creencias respecto al patrón alimentario que podamos estar manteniendo y que nos pueda estar perjudicando.
Por propia experiencia preguntaré, ¿quién no ha llenado con comida sus vacíos emocionales y ha tapado con comida sus miedos alguna vez?
Pondré varios ejemplos para entender mejor lo que quiero decir:
- Llega el otoño y su frío y lo que apetece para llenar esa nostalgia del verano y la vuelta a la rutina es una buena merienda inmersa en el calor del hogar.
- Estás hospitalizado y la visita te lleva unos dulces para que la estancia sea más llevadera.
- Has tenido un disgusto en el colegio o en el instituto y la abuela o mamá te preparan tu comida favorita.
- Tenemos un examen al día siguiente, o una reunión importante de trabajo y la ansiedad por ese momento hace que comamos más.
Al final, no en vano, se dice que el estómago es el segundo cerebro. Estamos conectados y programados.
El primer contacto con la seguridad, la protección y el placer se establece con la boca. Y esto es así porque cuando salimos del útero materno lo primero que establecemos es un piel con piel y el enganche con el pecho de nuestra madre para alimentarnos. De esta forma satisfacemos nuestras necesidades fisiológicas alimentarias, pero también, nuestras necesidades emocionales básicas.
La eficacia con la que identifiquemos, a medida que crecemos, nuestras emociones y las sepamos expresar, transitar y liberar, conllevará en muchos casos el éxito de la relación que mantengamos con la comida.
Estar sano por dentro y por fuera
A nadie le suele gustar enfrentarse a sus miedos, transitar la tristeza, admitir y expresar sus vulnerabilidades o hacerse eco de sus preocupaciones. Esto, añadido a la cultura de dieta y los canones sobre la imagen corporal, nos hacen distanciarnos de una buena relación con la comida.
Escuchar al cuerpo, quererlo y atenderlo no es tarea fácil, pero se puede aprender. Y es que al fin y al cabo es el único cuerpo que tienes, con el que pasarás el resto de tu vida. De ti depende, aunque no lo puedas ver, que se encuentre sano por dentro y no sólo por fuera.
Una alimentación saludable parte de no catalogar alimentos en buenos ni malos. En no compensar, premiar o castigar por el tipo de alimentos que consumimos. En disfrutar con la comida y ser consciente de ella. En elegir alimentos de temporada, sostenibles y de calidad. En alejarse de los productos de más de 5 ingredientes y utilizar más mercado y menos supermercado.
Es asumir que alimentarse sin perjudicarse conlleva esfuerzo y compromiso, sino hemos aprendido a hacerlo todavía. Que se puede disfrutar de un ocio saludable y que el exceso de comida no sea el foco de atención. Que la planificación y la organización es el comienzo del proceso a través de una buena compra. Que los estímulos alimentarios que tengas cerca de ti determinarán en gran medida tus elecciones.
Y que informarse y formarse a través de un buen profesional que te acompañe en cualquier proceso, aumentará tus posibilidades de éxito en cuanto al logro del objetivo.
Y es que, queridos lectores, la alimentación no es moda sino ciencia. Y como tal, está en constante cambio a través de las investigaciones y estudios que se realizan a lo largo del tiempo. Y de lo que sabemos hasta ahora, es que la alimentación se encuentra relacionada con la mayoría de las enfermedades que padecemos en el siglo XXI como factor que influye directamente en ellas.
Así que para terminar, tan sólo añadiré, que alimentarse bien es el mayor acto de amor que podamos tener con nosotros mismos. Y terminando como comencé, somos aquello que hacemos por amor. Somos, aquello que comemos.